En 1999, Levante-EMV publicaba una entrevista al neurobiólogo J. M. Rodríguez Delgado. En aquel entonces, hablamos de mis primeros años ejerciendo en el contexto de las nuevas pedagogías instrumentales y en plena formación como profesor del Método Suzuki, aquella página generó en mí una enorme curiosidad y emoción. Casi 25 años después, me hace mucha ilusión dedicar mi primer post a aquella página de periódico que impactó enormemente en mi manera de entender el aprendizaje.
La figura del doctor Rodríguez Delgado no estuvo exenta de polémica. A pesar de ser un auténtico desconocido en España, adquirió gran notoriedad a nivel internacional. Fue un científico controvertido por sus ideas sobre el cerebro y sus investigaciones con animales. Sus métodos invasivos generaron discusiones importantes en el ámbito científico durante los años sesenta y setenta del siglo pasado. Finalmente, su reconocida colaboración con la CIA y sus trabajos sobre el control mental en humanos lo acabaron condenando al ostracismo durante mucho tiempo.
Décadas después, sus trabajos lo convirtieron en un auténtico pionero. A día de hoy, aquellos procedimientos que tanta polémica generaron en su momento son imprescindibles en la lucha contra enfermedades como el Parkinson o el trastorno obsesivo compulsivo. En la entrevista que nos ocupa y a sus 84 años de vida, nos regaló algunas afirmaciones de una lucidez y una claridad aplastantes.
“Esto es lo que es nuevo, la tremenda importancia de la inculcación infantil”. “Hay que proponer una nueva estructuración de valores (…) y tienen que ser inculcados desde el primer momento de nacer”. Leer estas afirmaciones en los años noventa, plenamente sumergido en el contexto ideológico de una metodología que, en contra de lo establecido, apostaba por el aprendizaje precoz del aprendizaje instrumental, fue tremendamente emocionante. El Doctor Rodríguez Delgado ponía de manifiesto la importancia del medio ambiente en el desarrollo humano y ponía de relieve el debate, actualmente zanjado y superado, entre genes y ambiente.
Lo que era tremendamente novedoso en aquel momento, e innegablemente actual hoy en día, era proponer la cultura, y en concreto la música, como elementos tremendamente eficaces y poderosos para “influir sobre la estructura, la anatomía y la fisiología del cerebro”. Afirmaba el Doctor Rodríguez Delgado: “Eso es lo que es nuevo, la relación entre genes y cultura, entre genes e información sensorial (…). Hay una ingeniería genética, pero (…) la cultura es más fácil, de modo que si cambiamos nuestro medio cultural podemos lograr un ser humano más humano, más feliz”.
25 años después, sus planteamientos siguen vigentes. Numerosos estudios y enormes cantidades de literatura científica avalan en la actualidad la importancia capital de la epigenética en los procesos de aprendizaje, especialmente en las primeras etapas de desarrollo. Todos poseemos una innegable predisposición genética heredada de nuestros ancestros, pero será la cultura, el entorno y los estímulos diarios de nuestro medio ambiente quienes determinen de que manera se expresan nuestros genes. Esa es nuestra parcela de libertad y poder; la epigenética. La capacidad de modificar, moldear, condicionar o influir sobre nuestros genes a través del contexto. Como dijo el Doctor Rodríguez Delgado en dicha entrevista y afirmaba habitualmente el Doctor Shinichi Suzuki en sus libros y conferencias, la música es nuestra herramienta más poderosa para hacer seres humanos más humanos y más felices.
Joanvi Sanchis ©